El espíritu autoritario y las acechanzas totalitarias de quienes como el
presidente Oscar Arias y su hermano Rodrigo, se encuentran a la cabeza del
Poder Ejecutivo, dictando desde allí las decisiones políticas más
importantes de los restantes poderes de la nación, dejando del lado la
pretendida separación e independencia de los poderes públicos, como un
principio elemental de la convivencia democrática, no se han desvanecido en
modo alguno. Muy por el contrario, la escalada cotidiana del autoritarismo y
la generación de una atmósfera totalitaria, basada en una sistemática
siembra del miedo entre la población, amenaza con ahogar toda posibilidad de
convivencia democrática efectiva entre nosotros, con el agravante de que la
mayor parte del sector empresarial actúa, desde hace bastante tiempo, como
la otra tenaza con que los enemigos de la democracia se preparan para darle
el zarpazo final a las conquistas sociales y políticas del pueblo
costarricense. Todo ello entremezclando los afanes totalitarios de
dominación absoluta, propio de los seguidores del pensamiento único de los
(neo) liberales, con las meras pretensiones utilitaristas de algunos pocos,
las que en muchas oportunidades rayan en lo gangsteril, o para no decirlo en
términos tan duros, puede resultar que el acto de legislar en beneficio
propio constituya, a lo sumo un error o una especie de pecado venial. Al
parecer las consideraciones de naturaleza ética o deontológica salen
sobrando en esta atmósfera política del cambio de siglo, pues se trata de un
asunto de ganadores y perdedores, caracterizado por la mala suerte (¡¡¡) de
estos últimos.
De ahí que resulta ingenuo en sumo pretender que la convocatoria a un
referéndum, llevada a cabo por el Tribunal Supremo de Elecciones a petición
de un grupo de ciudadanos, encabezados por don José Miguel Corrales, sea el
resultado de las convicciones “democráticas” de don Rodrigo Arias Sánchez y
de algunos destacados integrantes de su orquesta de medios de incomunicación
y diputados “propios”. Más bien, se trata de un hábil intento por desvirtuar
la naturaleza de los principios de la democracia directa, encarnada en el
referéndum como la expresión de que cuando hay asuntos de suma gravedad y
con implicaciones en el largo plazo, es la población directamente concernida
la que debe tener la decisión en sus manos. De ahí que no quisieran la
recolección de firmas que implicaba la petición del señor Corrales y
compañeros y se presentaran ante la “opinión pública” como los generosos
facilitadores de un proceso, al que en todo momento se opusieron, pues
supuestamente el referéndum ya había tenido lugar durante las elecciones
generales de febrero de 2006.
Es por ello que la aprobación, por parte del Tribunal Supremo de Elecciones,
de la realización de un referéndum para decidir la suerte final del Tratado
de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC CAEU-RD), constituye una
conquista del pueblo costarricense y no una graciosa concesión de quienes
pretenden ser “sus” generosos gobernantes. En la propia tradición
constitucional de nuestra nación se define, con claridad, que la soberanía
reside en el pueblo quien la delega en el presidente de la república y en
los integrantes de la Asamblea Legislativa, pero sin renunciar jamás a ella,
lo que equivaldría a ir en contra del propio espíritu de la carta magna.
Estamos en un momento en el que debemos actuar con coraje, inteligencia y
determinación ya que las determinaciones a tomar son muy graves, por todo lo
que está en juego Los enemigos de la democracia, encarnados en la cúpula
gubernamental y empresarial, pretenden poner de rodillas a toda la nación y
para ello levantan listas de trabajadores en las empresas privadas y en una
campaña sistemática, que va desde el halago hasta la amenaza velada los
conminan a votar por sí al TLC con los Estados Unidos, al mismo tiempo que
el propio Rodrigo Arias le “consulta” al Tribunal Electoral acerca de si los
funcionarios públicos (olvidando por cierto su condición de tal) pueden
hacer campaña contra el TLC.
Todo esto es el resultado del indisimulado o indisimulable autoritarismo de
los hermanos Arias, que los ha llevado a cerrar programas en las televisoras
y las radios del país, sin que se hayan manifestado los señores de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), por lo que apenas si pueden ocultar
el tufo totalitario (sí señoras y señores, llamemos a las cosas por su
nombre, de una vez todas), cuando pretenden –de manera abierta y agresiva-
acabar con los derechos sociales y políticos de los trabajadores del sector
privado y del sector público, al coaccionarlos para que no puedan ejercer
libremente su derecho a informarse, de manera libre, acerca de los alcances
de una decisión compleja en sumo grado, como la que supone dar un voto
acerca de un asunto tan delicado, para el futuro de la presente y las
próximas generaciones.... Sepamos ser libres, no siervos menguados y
recordémosle, de esta manera, al señor Kevin Casas, que el NO AL TLC ganará
porque en este país los demócratas de verdad ( y no los fascistas de
mentirillas) somos más y porque no se puede comprar a todo un pueblo con las
migajas del clientelismo.
Durante las próximas semanas debemos estar preparados para enfrentar toda
clase de maniobras, provenientes de las cúpulas empresariales y
gubernamentales, las que con el apoyo de los grandes medios de comunicación
de su exclusiva propiedad, buscarán hacerse dueños de la conciencia de los
costarricenses. Será una lucha, en principio desigual que nos obligará a
recorrer este país calle por calle y casa por casa y a contar por voto,
teniendo fiscales en todas las mesas del país, el día en que el referéndum
tenga lugar, para que no se repita lo ocurrido en el mes de febrero de 2006.
Todo esto mientras que el bando contrario dispone, desde ahora, millones de
dólares para derrocharlos en propaganda y en la compra de conciencias. La
apuesta ya está lanzada y sólo nos resta ir hacia delante con inteligencia y
determinación.
Aparte de los graves problemas de constitucionalidad que presenta el TLC con
los Estados Unidos, sobre los cuales tendrá que pronunciarse la Sala
Constitucional, en el plazo de un mes (para el caso de la consulta de
constitucionalidad elevada por la Defensora de los Habitantes), debemos
estar preparados para enfrentar las consecuencias de algunas situaciones
hipotéticas: En primer lugar, podría suceder que habiendo ganado el NO AL
TLC se alcance el porcentaje de votantes requerido para que el referéndum
sea vinculante (En otras palabras, la meta que nos proponemos alcanzar). En
segundo lugar), podría suceder que habiendo ganado el SI AL TLC se alcance
el porcentaje de votantes requerido para que el referéndum sea vinculante.
En tercer lugar podría suceder que habiendo ganado el NO AL TLC no se
alcance el porcentaje de votantes requerido para que el referéndum sea
vinculante. En cuarto lugar podría suceder que habiendo ganado el SI AL TLC
no se alcance el porcentaje de votantes requerido para que el referéndum sea
vinculante. Cada una de estas probables variantes podría desencadenar los
más diversos escenarios, sobre todo teniendo en cuenta el escaso apego a los
principios democráticos que caracteriza al régimen de los Hermanos Arias,
quienes estarían muy felices de que el sí alcanzara a ser vinculante.
Dudamos, sin embargo, si serían tan generosos, en su embriaguez democrática,
si no el no alcanzara a ser vinculante (¿Volvería entonces el asunto al
plenario legislativo?). Para que tengamos una idea de lo que podría ocurrir,
tengamos en cuenta lo ya manifestado por don Rodrigo Arias, en cuanto a que -
por ningún motivo- estarían dispuestos a renunciar a los proyectos de la
llamada agenda complementaria. Es decir, los buenos negocios para él y sus
amigos... Mantengámonos vigilantes, ya que el asunto podría volver a la
Asamblea Legislativa o ser mandado al archivo, dados los graves problemas de
constitucionalidad que presenta. Sólo la actitud vigilante, la movilización
y la resistencia nos conducirán a la victoria en esta lucha por una patria
solidaria e inclusiva para todos, la que podremos empezar a construir a
partir de la derrota definitiva de este TLC o pacto neocolonial con los
Estados Unidos.
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