14.3.07

Mensaje del Partido Popular Socialista de México al Primer Encuentro Nacional de Solidaridad con el Pueblo Colombiano. México, marzo de 2007.

A PROPÓSITO DEL BOLIVARISMO Y LAS LUCHAS POPULARES POR LA SEGUNDA INDEPENDENCIA Y LA UNIDAD LATINOAMERICANA

1. EL PROBLEMA QUE ENFRENTAN LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA HOY, Y NUESTRA EXPERIENCIA HISTÓRICA
En el último cuarto de siglo, México y toda América Latina han sido intervenidos y saqueados por el imperialismo, más que nunca. Al fenómeno se le ha llamado neoliberalismo y globalización y ha causado daños profundos al pueblo, creando desempleo, pobreza, pérdida de prestaciones y derechos sociales, etcétera. Este es el problema que enfrentamos y tenemos que resolver.
No es un problema nuevo en su esencia, sin embargo; sólo es nueva la forma que adquiere en nuestros días el viejo problema de la dependencia, que primero fue colonial, en los siglos XVI al XIX, y más tarde neocolonial, desde el siglo XIX hasta nuestros días, hoy bajo la nueva figura de la globalización neoliberal, terriblemente depredadora.
Durante el régimen colonial las potencias colonialistas se apropiaron de nuestras riquezas naturales y despojaron a nuestros pueblos del fruto de su trabajo; impusieron relaciones injustas, entre los europeos de nacimiento, en primer lugar, y en los últimos las masas empobrecidas de la ciudad y el campo, los mestizos, descendientes de indígenas y europeos, y sobre todo los indígenas y los negros, traídos de África en calidad de esclavos. En lo político, el régimen colonial impidió a nuestros pueblos construir sus propias sociedades, privándolos del fundamental derecho a la autodeterminació n. Además, el régimen colonial impuso una división geográfica arbitraria, regida por intereses de las metrópolis europeas, no de los pueblos de la región.
Por eso, al luchar por su liberación, los pueblos de la región no pretendían sólo la independencia formal con respecto de las potencias de Europa, lo que es un concepto abstracto. Querían acabar con las injusticias que sufrían en la vida diaria. Aspiraban a ser los dueños de sus territorios, de sus recursos, de su vida y su porvenir. La independencia, por otra parte, no entrañaba la fractura entre nuestros pueblos. Muchos de nuestros próceres vieron a nuestra región como una unidad, como un todo, sobre todo Simón Bolívar, que tuvo una visión muy clara sobre este tema vital. En diciembre de 1824, Bolívar propuso la unidad política de toda la región en una sola gran nación. Para avanzar en ese sentido, convocó a un Congreso que llamó Anfictiónico, que finalmente se celebró en Panamá del 22 de junio al 15 de julio de 1826.
Contra la dependencia colonial nuestros pueblos se alzaron en una lucha que era revolucionaria en el sentido marxista del concepto, puesto que aspiraban a una transformació n social profunda, al cambio de la clase social dominante y a la construcción de formas socioeconómicas más avanzadas. Y el alzamiento fue más o menos simultáneo en toda la región, por una razón: porque las condiciones para la lucha habían madurado también de manera simultánea a causa de la similitud de las circunstancias que se daban en las distintas colonias. Por estas mismas fechas, hace doscientos años, las fuerzas más avanzadas de nuestros pueblos se preparaban para los grandes estallidos revolucionarios que ocurrirían hacia 1810, más o menos. Por estas fechas ya se discutían las grandes ideas, los programas, las formas de la lucha; se precisaban los objetivos, se elaboraban las tácticas. Se generaban brotes insurreccionales aquí y allá, que presagiaban las grandes batallas que pronto incendiarían toda la región con las antorchas de la libertad.
2. LAS LUCHAS POPULARES POR LA SEGUNDA INDEPENDENCIA Y LA UNIDAD DE AMÉRICA LATINA
Hoy sucede lo mismo. Las condiciones para la lucha por la Segunda y Definitiva Independencia de América Latina y el Caribe han madurado de modo simultáneo. La depredación neoliberal ha ayudado de manera consistente a esa maduración. Nuestros pueblos están en pie de lucha, desde México hasta el Cono Sur. Las formas concretas de la lucha tienen variantes, como es natural que suceda.
En algunos países de la región la vía electoral ha predominado por hoy, pero sólo ha logrado impulsos liberadores de fondo cuando se ha combinado con grandes movilizaciones de masas, como en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador.
Las movilizaciones del pueblo están siendo hoy por hoy las formas de lucha que más victorias han ganado en la mayoría de los casos, ésta es la experiencia más general de nuestros días en América Latina y el Caribe. Van resistiendo a las políticas neoliberales y frenando su acción depredadora; van acumulando fuerza revolucionaria y creando mecanismos de organización y de educación política de las masas; van construyendo el sujeto revolucionario capaz de lograr nuestra segunda y definitiva independencia, y de sentar las bases para la construcción de sociedades superiores, socialistas y comunistas, en un futuro cercano. En este sentido, resultaron proféticas las palabras de Lombardo, cuando hace alrededor de medio siglo expresó con relación a nuestra región: “Necesitamos una nueva Revolución. Una caracterizada por grandes movimientos de masas, vigorosos, resueltos y entusiastas”.
Pero también, en otros casos, se da la lucha con las armas en la mano, lo que es absolutamente legítimo, por ejemplo, en Colombia, porque así lo imponen las fuerzas de la oligarquía, peleles del imperialismo, mismas que arrebatan la vida por el asesinato vil a los luchadores que optan por vías civiles, no clandestinas. La lista de dirigentes sindicalistas y políticos democráticos, patriotas, revolucionarios que han caído bajo las balas criminales, se agranda todos los días. Por eso, el hermano pueblo colombiano está inmerso en “una guerra necesaria”, como ha escrito Marco León Calarcá, citando a Martí. Nosotros también, en México, tuvimos guerras necesarias, la de 1810, en nuestra Revolución de Independencia, la que resistió a la invasión yanqui en 1847-48; la que enfrentó a la invasión del ejército de Napoleón III, en 1862; nuestra Revolución Democrático Burguesa y Antiimperialista de 1910, entre otras. Tenemos esa experiencia.
Por eso, porque es necesario detener los sufrimientos que vive el hermano pueblo de Colombia, la represión brutal de la que es víctima, los atropellos que se le infligen, por eso este evento tiene un sentido vital. La solidaridad firme, amplia y combativa del pueblo de México, todo, con el hermano pueblo de Colombia, hoy es indispensable. La solidaridad ha de desenmascarar al gobierno de Uribe y mostrar su rostro verdadero, el del esbirro del imperialismo, verdugo de su pueblo. Y ha de contribuir a restaurar la paz, a lograr la soberanía y la autodeterminació n para este pueblo hermano. Un abrazo fraternal para el pueblo colombiano y sus fuerzas de vanguardia.



La solidaridad es la ternura de los pueblos

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