Rodrigo Arias
y su orquesta.
Rogelio Cedeño Castro
La capacidad para manipular y hasta ocultar los componentes esenciales de una realidad social y política determinada puesta de manifiesto, tanto por el capataz de turno -Rodrigo Arias Sánchez, hermano del presidente de la República, a cargo de la dirección de una orquesta de medios y de diputados “propios”- como por parte de los principales “medios de comunicación” locales, propiedad de un pequeño grupo de empresarios y oligarcas, se ha revelado como la enzima más poderosa para disolver el sentido de la protesta social más importante de la historia reciente de Costa Rica.
Como por arte de magia, la apenas ayer satanizada manifestación de los jóvenes encapuchados (o no) devino en el “pacífico” desfile ciudadano del lunes 26 de febrero, al mediodía. Hecho que, con la bendición de los noticieros de las principales televisoras, se ha convertido en un ejercicio democrático ejemplar en cuyo despliegue no se rompió ni siquiera un cristal, razón por la cual le dedicaron gran atención y tiempo dentro de sus espacios informativos. La fiesta democrática se encontraba en su punto más alto y el alborozo era general.
La velada culminó, sin embargo, la misma noche del lunes 26 de febrero, cuando se rompió el encanto y, al igual que en el viejo cuento, la carroza volvió de nuevo a su humilde y esencial condición de calabaza. En ese instante, el hermano del presidente de la República, actuando como el mago, en el momento culminante de la versión en dibujos animados de Walt Disney, de la obra musical “El Aprendiz de Brujo”, del compositor francés Paul Dukas, hizo que las aguas volvieran a la normalidad, poniendo orden dentro del caos que su aprendiz había desatado durante su ausencia.
No importa cuán grande haya sido la manifestación expresó el capataz, jefe o director de orquesta ante las cámaras de la televisión. En todo caso, dio a entender, no lo ha sido tanto como sus organizadores esperaban (¿????) y en lo esencial político, para nosotros, la decisión ya está tomada: el TLC con los Estados Unidos será aprobado (tramitado sin discusión verdadera alguna, a pesar de los esfuerzos de los diputados que lo adversan) por la Asamblea Legislativa. Ya tuvieron su momento para expresar “su” protesta libremente, pero no olviden nunca quien (o quienes) manda en casa.
Una de las más gigantescas manifestaciones populares de la historia reciente de nuestro país acababa de ocurrir sin que conmoviera, en lo más mínimo, la determinación tomada desde hace mucho tiempo por los propietarios de los grandes medios y los hermanos Arias Sánchez. Era, eso sí, el momento de ocultar un poco el rostro feroz que habían mostrado durante las semanas anteriores a la manifestación. La histérica campaña de prensa, digna de algunos de los mejores momentos del jefe de propaganda del Partido Nazi, Joseph Goebbels, allá en la Alemania de los treinta, se convertía frente a la gran demostración del poderío de la protesta popular organizada, en un gran momento de unanimidad “nacional” ante a un acto de civismo tan sublime y tan notorio e inocultable para todos. Los ciudadanos habían marchado por las principales vías de la ciudad capital sin perturbar la vida cotidiana y, lo que es más importante, las actividades del comercio y la producción que tanto preocupan a los amos del país, en especial cuando de defender sus privilegios se trata. El acusado autoritarismo del régimen de los hermanos Arias se guardaba, al parecer, para otros momentos.
Una vez rota la burbuja que expresó aquel momento de la unanimidad nacional, durante el cual se cantó, desde las pantallas de la televisión, a la democracia y a la libertad tan características de nuestra tradición, el autoritarismo apareció de nuevo por los micrófonos de las radioemisoras y televisoras, propiedad de los del bloque en el poder, para proferir amenazas de toda clase contra el movimiento popular costarricense. Según “su” estrecha concepción de lo que es la democracia el pueblo los había escogido a ellos, en el mes de febrero del año anterior, para hacer lo que les viniera en gana durante un período de cuatro años. Es decir que el soberano -el pueblo, en este caso, para emplear la terminología del autor de El Contrato Social- había renunciado a su voluntad para enajenarla en manos de “sus” representantes. Olvidan los señores Arias y en especial, don Rodrigo (el capataz-director de orquesta), que la propia constitución política establece que la soberanía reside en el pueblo, quien como actor social y político no renuncia jamás a ella, sino que la transfiere por la vía electoral al presidente y a los diputados, quienes son sus servidores y jamás sus amos.
Enfermiza sociedad totalitaria la nuestra, sólo que más hábil que la Alemania Nazi o la Rusia (Unión Soviética???) estalinista, de los días del terror, ya que no necesita –todavía- recurrir al terrorismo de Estado y a la violencia física descarnada. Sin embargo, la orquesta comandada por don Rodrigo Arias se ha encargado, mediante una campaña mediática, falaz y asfixiante, de intentar convencer a un sector de la población que se encuentra indefenso, desde el punto de vista cultural, de las bondades de un TLC que dista mucho de ser un simple acuerdo comercial con la principal potencia del mundo y como resultado del cual, no sólo no habrán nuevos empleos sino que se perderán muchos que le permiten a nuestros compatriotas vivir dignamente.
El recién fallecido, general Augusto Pinochet, tan ducho en el ejercicio de la violencia tuvo que ahogar a sangre y fuego al movimiento popular chileno, para imponer un modelo semejante al representado por el TLC con los Estados Unidos, por cierto una pieza jurídica importante que codifica los semifallidos intentos de los últimos veinticinco años por meter a Costa Rica dentro de la camisa de fuerza, elaborada por los Chicago Boys y ardientemente defendida por el plumario cubano, Carlos Alberto Montaner, que sueña, desde hace tiempo, con acabar con las conquistas y los valores solidarios, que un pueblo como el cubano ha sabido encarnar, desde hace muchas décadas.
Mientras la prensa ha sofocado el debate sobre el TLC en el seno de grandes sectores de la población, al interior de la Asamblea Legislativa el grupo de diputados “propios” de que dispone Rodrigo Arias se limita a acatar las órdenes de su jefe, sin proferir palabra ninguna que exprese, al menos, una razón de peso, acerca de la “necesidad” de su aprobación. En otras palabras, han bloqueado el debate a través del mecanismo de dejar hablando solos a los detractores del proyecto como José Merino del Río, Alberto Salom y otros. De esta manera, la prensa le niega a la población el derecho de estar informada, de manera adecuada, acerca de una decisión de suyo compleja sobre un tema que afectará, de manera radical, la vida de la presente y las futuras generaciones.
La vocación totalitaria del gobernante de turno se evidencia así todos los días al acudir al lenguaje de la productividad y de la eficiencia, cuando dice que le aburre y le cansa este asunto del TLC con los Estados Unidos que debía haber sido aprobado mucho tiempo atrás y, desde luego, sin discusión alguna. Oscar Arias se proclama asimismo como la expresión del polo de la sabiduría y de la acción frente al populacho ignorante que no termina de convencerse de las bondades del “libre” comercio, cosa que lo exaspera en sumo grado.
Como si todo lo anterior fuera poco, el diario La Nación que junto con Al Día, ambos de la misma empresa, erigida en guardiana de la conciencia de los costarricense, son los únicos que circulan el día domingo (Cuanta pluralidad¡¡¡), brindando una información desde luego distorsionada y a la medida de sus intereses. Una demostración de ello la constituye el hecho de que el martes 27 de febrero, al día siguiente de la manifestación, en ese diario se habló de la presencia de sólo 23 mil manifestantes, cuando fue evidente – a través de las cámaras de las grandes empresas de televisión- que más de cien mil costarricense expresaron su rechazo al TLC. No sólo se trata de una enzima disolvente de la protesta al privarla de su contenido, sino que expresa también el arte de negar la existencia de lo que resulta evidente ante los ojos de todos.
La protesta social continúa siendo mirada, dentro de esta estrecha concepción de las democracias de baja intensidad que siguieron a las dictaduras militares en muchos países de América Latina (no es, desde luego, el caso de Costa Rica) y hacia la que nuestro país se viene deslizando, como el desvarío de unos cuantos “extremistas” ajenos a las “pacíficas” tradiciones nacionales. Con esto se notifica a la ciudadanía que acudió en número de más de cien mil personas que el camino de la desobediencia civil y la resistencia popular quedan abiertos…No al TLC con los Estados Unidos y no al hambre, la exclusión, la injusticia y la explotación de las grandes mayorías nacionales que no construyen democracia alguna.
2 comentarios:
Bravo...Me encanto tu artículo me voy a tomar la libertad de hacerle un link a tu blog desde el nuestro!!!
Tuanis tuanis , también me gustó tu blog y también te linqueo...O.K!!
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