20.1.07

In Memorian II

erechos de autor—, conservó la singuir manía hasta los días de








La suave prosa de un hombre rudo

Yuri Lorena Jiménez


De una figura corpulenta, envuelta en el humo de sus eternos cigarrillos Ticos, iba y venía, con las manos entrelazadas detrás del cuerpo, a lo largo del viejo zaguán de la casona. Pasaban las tres de la tarde, pero igual Carlos Luis.Fallas seguía en pijama, como lo había hecho día y noche durante las última semanas.
Por momentos, abandonaba su caminar y se sumergía en las teclas de su máquina de escribir —hasta el punto de que las yemas de los dedos le sangraban— para desbordar el torrente de ideas que poco a poco daban cuerpo a la novela de aventuras infantiles más popular de Costa Rica.
La escena corresponde a algún día de 1951, uno antes de que Fallas —conocido popularmente como Calufa— publicara Marcos Ramírez. Su sobrino, Oscar Calderón Fallas, guarda esta estampa como una de las más características en la vida del escritor, uno de los más prominentes del país. ‘Pasaba día y noche en pijama, pensando y escribiendo, pensando y escribiendo. No sé a qué hora dormía”, comenta Oscar, quien tuvo el privilegio de convivir buena parte de su infancia y juventud bajo el mismo techo de Calufa.
Ya para entonces había escrito Mamita Yunai y Gentes y Gentecillas, y se había convertido en un escritor famoso y seguidor absoluto de la ideología comunista, que habría de seguir y cultivar hasta su muerte, en 1966.
Pese al reconocimiento que tuvo su obra durante su vida adulta, Calufa sufrió en carne propia la más aguda pobreza desde su infancia para luego sucumbir a las vejaciones, hambres y enfermedades en las inmensas y sombrías bananeras de la United Fruit Company, donde por años hizo vida de peón, de ayudante de albañil, de dinamitero y de tractorista, entre otros oficios.
Quizá por eso, Fallas conoció como pocos los vicios, las penurias, la inmoralidad y la nobleza de los hombres sencillos y analfabetos olvidados del mundo, y supo recoger esos sentimientos para transmitirlos tal y como eran. Conoció todo lo humano y aprendió la lección de la vida, así lo comentó en una ocasión el dirigente comunista Manuel Mora Valverde. Y es que según Calderón, la capacidad de Calufa para “meter” en su relato a quienes lo escuçhaban —y más tarde lo leyeron—, es tina habilidad heredada de los Fallas, sobre todo de las tías de Carlos Luis, quienes pese a su escaso nivel de educación eran capaces de embelesar a cualquiera con la riqueza de su conversación. Así era Calufa también. Su hija política, la escritora Rosibel Morera, recuerda que durante la vela de su hermana, Carlos Luis entretuvo a todos los presentes con su amena conversación durante toda la noche y madrugada. “Era muy alegre, le encantaban los tangos. Siempre andaba silbando y por eso se sabía cuando estaba por llegar: además de su tonada, por entre las ventanas de la casa se colaba el humo de su cigarrillo Chester, cuando aún esta marca existía” rememora su sobrino Oscar, quien hoy se desempeña como director de presupuesto de la Contraloría General de la República. Cuenta que, siendo él un chiquillo, Calufa lo despertaba a las cuatro de la madrugada para irse de pesca a los ríos de Alajuela. Durante las largas camina tas le contaba interminables historia. que siempre terminaban con la misma sentencia. “Apenas pueda, voy a escnbi una novela sobre eso”.


Mujeriego ¿por herencia?


Un dato imposible de corroborar fu el número de veces que se casó Carlos Luis Fallas. Algunos hablan de tres otros, de cuatro matrimonios. También se le atribuyen más hijos di los que él reconoció legalmente: William y Luis Carlos Fallas, hijos de mujeres diferentes.
“Sí, era mujeriego. Pero es que tenía todo para serlo: inteligente, extrovertido buen conversador, una gran facilidad di palabra... y la herencia de los Fallas que como él mismo describe en Marcos Ramírez, tenían fama de enamorados”, recuerda Oscar. Pero Rosibel, su hijastra, explica la actitud de Calufa con una frase que muchas veces lo oyó decir: “Yo he sido hombre de muchas mujeres, pero sólo una por vez”. Al parecer, Calufa nunca perdió h costumbre de escribir en pijama, pues según recuerda Rosibel —quien es hija de Asirá Morera, la última esposa de Carlos Luis y quien heredara todos sus derechos de autor—, conservó la singular manía hasta los días de su muerte. para entonces ya no escribía novelas; más que todo trabajaba en artículos de periódicos.
Prácticamente desde su nacimiento, así desde su concepción, Carlos Luis parecía estar destinado a desafiar los convencionalismos para subsistir: su vida fue producto de una relación ilegítima entre su madre y el director de la Banda (militar de Alajuela, Roberto Cantillano, que generó todo un escándalo en la tradicional familia Fallas, del Llano de Alajuela. Sobre el lugar de su nacimiento aún persisten algunas dudas; aunque el autor siempre afirmó que había nacido en El Llano, un barrio popular de Alajuela otrora famoso por sus fiestas cívicas, existen versiones de que en realidad nació en el hospital San Juan de Dios.
Abelina, la madre de Fallas, sufrió mucho por la marginación que entonces sufrían los hijos naturales: tuvo que asumir su problema sola y afrontar los prejuicios de su familia y de la sociedad alajuelense de 1909, año en que vio la luz el futuro escritor. Desde muy pequeño, Calufa entendió cuál era su situación dentro de la familia comprendió las amarguras de su madre y por esa razón su amor hacia ella se troco en adoración, un sentimiento que habría perdurar mucho después de la muerte aquella, que sobrevino cuando Carlos Luis tenía 22 años. Durante su agitada infancia, Fallas vio dos épocas muy diferentes: las estadías en su adorada Alajuela y los traslados forzosos a SanJosé, pues debido a la precaria situación económica de su familia decidieron mudarse a la capital, a un barrio llamado Las Pilas que quedaba cerca del Cementerio General. Para entonces, ya Calufa tenía un padrastro: Rubén, un zapatero alajuelense, gracias al e Carlos Luis completó media docena de hermanitas, quienes empezaron a nacer un escaso año de diferencia entre y la otra. La pazca relación con su padrastro “para el cual yo casi no existía” —según mismo lo describe en su autobiografía Marcos Ramírez— y la frialdad de la capital contrastaban muchísimo con el sentido que tenía para él la casona de sus abuelos, el trapiche y la barriada alajuelense en general. Por eso, el inquieto chiquillo buscó la forma de que su madre lo enviara a vivir de nuevo al Llano, a casa los abuelos. Rastreando las conmovedoras páginas Marcos Ramírez se completa la imagen de ese niño precoz, rebelde, bien intencionado pero mal comprendido que Carlos Luis Fallas.
Es innegable: las experiencias, golpes alegrías vividos por el novelista se reflejan en las páginas de sus libros.

La guía de Carmen Lyra


Fallas representa el caso extraordinario de quien, sin proponérselo, hace obra literaria. Su mayor influencia fue su colega Carmen Lyra y él mismo asegura que fue ella quien le enseñó a escribir. La mano de la autora se nota en el estilo muy musical, en la frase rítmica y la ligereza clásica de su obra. Después de ella, Fallas ha sido uno de los pocos escritores nacionales que ha podido llevar a las letras la autenticidad del lenguaje popular, y urbano del costarricense. Nunca se cuidó de las modas literarias, ni buscó trucos refinados para impresionar; tenía mucho que contar, mucha experiencia humana que transmitir, y la conversación no bastaba. Su tempranísima afición por la lectura —no cumplía los diez años cuando ya leía vorazmente cuanto caía en sus manos— fue el asidero ideal para la innata capacidad de comunicación y las dotes de buen conversador propias de Calufa. Contaba que de niño le llegó a gustar más leer un folletín de Buffalo Bill que ver una película de bandidos. Y mientras permanecía en la casa tenía que estar leyendo de lo contrario se desesperaba y era capaz de obtener un libro, un almanaque o cualquier cosa1 con letras. A veces se desvelaba hasta altas horas de la noche, y entonces su madre se levantaba, iba a su cuarto a regañarlo y le decomisaba el libro. Por eso Carlos Luis llegaba al extremo de apagar la luz, para fingir que estaba dormido, y se iba a la sala para proseguir con la lectura hasta altas horas de la madrugada.
Leía en la mesa, a la hora de comer, buscándose la boca a tientas con la cuchara; leía en el baño largas horas hasta que su madre intervenía furiosa, y la costumbre hizo que pudiera leer perfectamente y caminar al mismo tiempo, sin tropezar con nadie, por las calles más concurridas de la capital.
Algún tiempo después, muy joven todavía, se convirtió en un verdadero ratón de la Biblioteca Nacional, adonde iba todas las noches: siempre era el primero en llegar y el último en marcharse.
Por eso, pese a sus raíces campesinas y a la escasa educación formal que tuvo de joven, Calufa se propuso adquirir una sólida cultura por medio de los libros y afinar su natural habilidad para escribir.
Sencillo pero intelectualmente polémico, le importaba poco su aspecto personal y vivió mucho como un aventurero, por ello conocía muy bien al ser humano.
Al llegar a la secundaria, Calufa emprendió sus estudios con la mejor de las intenciones: quería ser un estudiante ejemplar para enorgullecer a su madre, pero injusticias ocurridas durante los dos
años que estuvo en el Instituto de Alajuela más bien lograron afianzar en él su espíritu de rebeldía.
Lo que para muchos era, en aquella época, un motivo de orgullo, fue para Fallas una verdadera fuente de sufrimientos: se trataba del uniforme del colegio. Con grandes sacrificios su madre pudo comprarle la guerrera (tipo de camisa) y los pantalones, pero como no hubo forma de que le alcanzara para los zapatos, debió pedir un permiso especial en la secretaría del colegio para que lo dejaran asistir descalzo.
En el instituto, el muchacho se destacó por sus diabluras y picardías, fue el “alumno problema” de la institución y el dolor de cabeza de los profesores. Por cierto, a raíz de esta situación, Calufa lanza —en Marcos Ramírez— una crítica contra la enseñanza nacional: los profesores que describe son todos mediocres académicamente con excepción de Jesus Ocaña, a quien respetó por su bondad y conocimientos.
Era lógico que tan pícaro adolescente —más que conocido por el director y. los profesores—, fuera víctima de las iras del profesorado, quien le cobró con saña la suma de tropelías que realizó. La venganza fue aplazado y con ese golpe bajo terminó bruscamente una etapa en su vida. Este hecho fue decisivo en su futuro pues lo obligó a tomar otro sendero que del que jamás se arrepintió.
Con esta frase concluye Calufa la culminación de su experiencia en secundaria:
“... Y un momento después bajaba yo a grandes saltos la escalera del colegio, por última vez, porque había resuelto , definitivamente no poner los pies allí jamás...”.
Más tarde logró enrolarse en un trabajo como mecánico, pero de nuevo fracasó: tuvo un altercado con uno de sus compañeros, al que dejó inconsciente, y debió abandonar el puesto.
Estos tropiezos, que algunos interpretan como la prueba de alguna especie de fatalismo mítico en la vida de Fallas, es más bien la consecuencia directa de un temperamento fogoso y vivo que más tarde hará de él un militante combativo. Sus rabietas de infancia y adolescencia fueron superados cuando surgió el escritor y dirigente político.
Fue en época cuando decidió internarse en la zona Atlántica, para iniciar otra etapa de su vida bajo el feudo de la United Fruit Company.


La huelga de 1934


De aquí en adelante, empieza a formarse el militante marxista, enfrentado al mundo de las bananeras inundadas de miseria, sordidez, explotación, escenarios que golpearán muy fuerte su sensibilidad.
Apenas era un adolescente de 16 años cuando se trasladó a la zona Atlántica, donde por años vivió un terrible infierno, cuyos sufrimientos quedaron grabados para siempre en Mamila Yunai

El infortunio, la lucha dura y constante por mantener un nivel de vida infrahumano, permitieron que surgiera en la podredumbre el más noble de los sentimientos humanos: la amistad Cuando el cadáver del novelista permanecía en capilla ardiente, durante horas desfilaron para verlo por última vez intelectuales, obreros y estudiantes, así como cx-compañeros de la zona bananera, hombres recios y humildes que se esforzaban por contener las lágrimas.
Las condiciones en que vivían los trabajadores de la United Fmit Co. eran deplorables. No había servicio médico alguno en la zona y la compañía no autorizaba ningún viaje especial a Limón: por más urgente que fuera el caso, el enfermo debía quedarse sin atención médica.
Hasta las tabletas de quinina y los simples artículos de botiquín debían adquirirlos los peones por su cuenta. Las horribles viviendas no parecían aptas para seres humanos y carecían de los servicios higiénicos imprescindibles.
“Eran espantosas pocilgas. Los comisariatos eran los únicos establecimientos comerciales donde los trabajadores podían adquirir artículos de primera necesidad y víveres en general. Pero la United, que había logrado en el contrato la exención de impuestos para sus importaciones, mantenía precios muy altos, sin ningún control oficial”, narra Víctor Manuel Arroyo en una biografía sobre Calufa.
Cuando se produjo la gran huelga de 1934, dirigida por Fallas y algunos compañeros, la compañía bananera estaba arruinando a muchos pequeños finqueros costarricenses, quienes habían aceptado un contrato que los obligaba a vender sus bananos a la empresa extranjera. Sin embargo, ésta no se comprometía a comprar todo el producto que le ofrecieran sino que, de acuerdo con la demanda del exterior, tomaba lo que quería. Los finqueros salían perjudicados pues la bananera les pagaba solo por racimo aceptado.
Pero no eran los finqueros quienes llevaban la peor parte, pues también ellos se desquitaban pagando a sus peones según los racimos recibidos por la United. Sólo este hecho constituye una infamia que hubiera justificado la huelga de los trabajadores. Lo inexplicable fue la actitud de los pequeños empresarios, víctimas como sus peones, cuando se declararon enemigos de la huelga bananera.
La prensa hizo también la guerra a los huelguistas y el gobierno de don Ricardo Jiménez, que al principio guardó una posición prudente, en la etapa final recurrió a la violencia. Por otra parte, la compañía estimulaba el enfrentamiento entre negros y blancos. Fallas intervino con la vehemencia que lo caracterizaba para evitar esta absurda lucha y al final logró que prevaleciera la razón.
Tomando en cuenta que fue aquella la primera huelga organizada en el ámbito centroamericano, que los huelguistas sumaban aproximadamente diez mil y que había constantes provocaciones y trampas, la Única forma explicar el intachable comportamiento de los trabajadores fue la serenidad, abnegación y energía de Fallas y sus compañeros de dirección. Después de buscar en vano un entendimiento directo con los trabajadores, cuando ya había pasado aproximadamente un mes, el gobierno no tuvo otro recurso que llamar a los dirigentes. Se llegó entonces a un acuerdo bastante favorable para los peones.
Cuando volvieron al trabajo, los jefes de la compañía en unión de los policías, dijeron a los trabajadores que no existía tal arreglo y que Fallas se había vendido por $30 mil e iba rumbo a Estados Unidos en aquel momento. Por suerte para el escritor, él se hallaba en el campamento de Veintiséis Millas y la falacia fue descubierta.


Su sueño de escritor


Pero este hombre que había dado tan buenas muestras de serenidad y valentía en la dirección de la gran huelga bananera del Atlántico, debía enfrentarse a una empresa que al principio juzgó irrealizable: tenía que “aprender a escribir”. Había sido un lector voraz y desordenado desde la adolescencia. Pero al abandonar las aulas no había logrado conquistar a la ortografía, ni a la gramática elemental. Empujado por la necesidad de ser útil a sus compañeros observaba atentamente las correcciones que les hacían a sus escritos cuando se publicaban. Así fue mejorando su expresión escrita, con una paciencia y tenacidad admirables. En cuanto a la ortografía, tenía un método infalible:
“Entonces me fui dando cuenta de que yo tenía memoria visual. Las palabras eran feas o bonitas. Si miraba muy fea una palabra, le cambiaba la “s” por una “z”, y la veía bonita; es me daba la seguridad de que aquella se escribía con zeta. En algunas otras, el pleito estaba entre la “v” chiquita y la “b” larga... pero poco a poco mi memoria visual me iba dando mayores beneficios ...
Esta ingenua confesión pública da una idea del recio temple de Carlos Luis Fallas. Fue un çrítico muy exigente de sus escritos , por ejemplo, nunca estuvo de su cuerno “La dueña de la guitarra de las conchas de colores” tal vez porque su tema era un tanto sentimental.
Cuando enfermó de cáncer en 1965, se le concedió el premio de cultura “Magón” de ese año, y lo compartió con Hernán Peralta.. Esta ha sido la única vez que el premio se dio compartido. Calufa no logró recibir personalmente el galardón: murió víctima de un cáncer de riñón el 7 de mayo de 1966 ala edad de 57.
Según cuenta Luis Carlos, uno de sus hijos, Calufa aceptó con resignación la enfermedad. Cuenta que algunas veces lo escuchó decir que no quería llegar a viejo.
Casi todas sus obras las escribió febrilmente, hasta el extremo de que, en más de una ocasión, sangraban las yemas de sus dedos, maltratadas por el roce de las teclas de la máquina de escribir.
Escribió Mamita Yunai en veinticinco días y Gentes y Gentecillas, en tres meses. Consideraba la primera como la mejor lograda, pero por la coyuntura histórica y política, le tenía un cariño especial a la segunda.
Si como novelista, sus páginas no han sido superadas en cuanto a fuerza y riqueza expresiva; como hombre, tampoco ha habido muchos de su talla. Nunca quiso lucrar con sus obras. Su vida se rigió siempre por la inquebrantable decisión de luchar para acabar con las injusticias sociales.
Fue electo regidor municipal en 1942 y diputado al Congreso Nacional en 1944. Cuanto se improvisó como militar durante la guerra civil de 1948 se opuso —y arriesgó por ello su vida— al fusilamiento de los reos políticos. Intervino en actividades políticas por convicción, sin cálculos mezquinos ni intenciones torcidas.
Como dijo Alberto F. Cañas, en un artículo publicado el 10 de mayo de l966 a raíz de la muerte de Calufa: “La palabra “ternura’ salta cuando se habla de Carlos Luis Fallas, porque siendo un hombre rudo, era un escritor tierno, le saltaba por los poros, sobre todo en el trato con su prójimo. Hombre de millones y millones de anécdotas y de historias, contaba y contaba hasta la madrugada, siempre adobando sus relatos con un detalle suave, una lágrima, o un signo de ternura subrayado con grandes carcajadas”.






Es innegable: las experiencias, golpes alegrías vividos por el novelista se reflejan en las páginas de sus libros.

La guía de Carmen Lyra


Fallas representa el caso extraordinario de quien, sin proponérselo, hace obra literaria. Su mayor influencia fue su colega Carmen Lyra y él mismo asegura que fue ella quien le enseñó a escribir. La mano de la autora se nota en el estilo muy musical, en la frase rítmica y la ligereza clásica de su obra. Después de ella, Fallas ha sido uno de los pocos escritores nacionales que ha podido llevar a las letras la autenticidad del lenguaje popular, y urbano del costarricense. Nunca se cuidó de las modas literarias, ni buscó trucos refinados para impresionar; tenía mucho que contar, mucha experiencia humana que transmitir, y la conversación no bastaba. Su tempranísima afición por la lectura —no cumplía los diez años cuando ya leía vorazmente cuanto caía en sus manos— fue el asidero ideal para la innata capacidad de comunicación y las dotes de buen conversador propias de Calufa. Contaba que de niño le llegó a gustar más leer un folletín de Buffalo Bill que ver una película de bandidos. Y mientras permanecía en la casa tenía que estar leyendo de lo contrario se desesperaba y era capaz de obtener un libro, un almanaque o cualquier cosa1 con letras. A veces se desvelaba hasta altas horas de la noche, y entonces su madre se levantaba, iba a su cuarto a regañarlo y le decomisaba el libro. Por eso Carlos Luis llegaba al extremo de apagar la luz, para fingir que estaba dormido, y se iba a la sala para proseguir con la lectura hasta altas horas de la madrugada.
Leía en la mesa, a la hora de comer, buscándose la boca a tientas con la cuchara; leía en el baño largas horas hasta que su madre intervenía furiosa, y la costumbre hizo que pudiera leer perfectamente y caminar al mismo tiempo, sin tropezar con nadie, por las calles más concurridas de la capital.
Algún tiempo después, muy joven todavía, se convirtió en un verdadero ratón de la Biblioteca Nacional, adonde iba todas las noches: siempre era el primero en llegar y el último en marcharse.
Por eso, pese a sus raíces campesinas y a la escasa educación formal que tuvo de joven, Calufa se propuso adquirir una sólida cultura por medio de los libros y afinar su natural habilidad para escribir.
Sencillo pero intelectualmente polémico, le importaba poco su aspecto personal y vivió mucho como un aventurero, por ello conocía muy bien al ser humano.
Al llegar a la secundaria, Calufa emprendió sus estudios con la mejor de las intenciones: quería ser un estudiante ejemplar para enorgullecer a su madre, pero injusticias ocurridas durante los dos
años que estuvo en el Instituto de Alajuela más bien lograron afianzar en él su espíritu de rebeldía.
Lo que para muchos era, en aquella época, un motivo de orgullo, fue para Fallas una verdadera fuente de sufrimientos: se trataba del uniforme del colegio. Con grandes sacrificios su madre pudo comprarle la guerrera (tipo de camisa) y los pantalones, pero como no hubo forma de que le alcanzara para los zapatos, debió pedir un permiso especial en la secretaría del colegio para que lo dejaran asistir descalzo.
En el instituto, el muchacho se destacó por sus diabluras y picardías, fue el “alumno problema” de la institución y el dolor de cabeza de los profesores. Por cierto, a raíz de esta situación, Calufa lanza —en Marcos Ramírez— una crítica contra la enseñanza nacional: los profesores que describe son todos mediocres académicamente con excepción de Jesus Ocaña, a quien respetó por su bondad y conocimientos.
Era lógico que tan pícaro adolescente —más que conocido por el director y. los profesores—, fuera víctima de las iras del profesorado, quien le cobró con saña la suma de tropelías que realizó. La venganza fue aplazado y con ese golpe bajo terminó bruscamente una etapa en su vida. Este hecho fue decisivo en su futuro pues lo obligó a tomar otro sendero que del que jamás se arrepintió.
Con esta frase concluye Calufa la culminación de su experiencia en secundaria:
“... Y un momento después bajaba yo a grandes saltos la escalera del colegio, por última vez, porque había resuelto , definitivamente no poner los pies allí jamás...”.
Más tarde logró enrolarse en un trabajo como mecánico, pero de nuevo fracasó: tuvo un altercado con uno de sus compañeros, al que dejó inconsciente, y debió abandonar el puesto.
Estos tropiezos, que algunos interpretan como la prueba de alguna especie de fatalismo mítico en la vida de Fallas, es más bien la consecuencia directa de un temperamento fogoso y vivo que más tarde hará de él un militante combativo. Sus rabietas de infancia y adolescencia fueron superados cuando surgió el escritor y dirigente político.
Fue en época cuando decidió internarse en la zona Atlántica, para iniciar otra etapa de su vida bajo el feudo de la United Fruit Company.


La huelga de 1934


De aquí en adelante, empieza a formarse el militante marxista, enfrentado al mundo de las bananeras inundadas de miseria, sordidez, explotación, escenarios que golpearán muy fuerte su sensibilidad.
Apenas era un adolescente de 16 años cuando se trasladó a la zona Atlántica, donde por años vivió un terrible infierno, cuyos sufrimientos quedaron grabados para siempre en Mamila Yunai

El infortunio, la lucha dura y constante por mantener un nivel de vida infrahumano, permitieron que surgiera en la podredumbre el más noble de los sentimientos humanos: la amistad Cuando el cadáver del novelista permanecía en capilla ardiente, durante horas desfilaron para verlo por última vez intelectuales, obreros y estudiantes, así como cx-compañeros de la zona bananera, hombres recios y humildes que se esforzaban por contener las lágrimas.
Las condiciones en que vivían los trabajadores de la United Fmit Co. eran deplorables. No había servicio médico alguno en la zona y la compañía no autorizaba ningún viaje especial a Limón: por más urgente que fuera el caso, el enfermo debía quedarse sin atención médica.
Hasta las tabletas de quinina y los simples artículos de botiquín debían adquirirlos los peones por su cuenta. Las horribles viviendas no parecían aptas para seres humanos y carecían de los servicios higiénicos imprescindibles.
“Eran espantosas pocilgas. Los comisariatos eran los únicos establecimientos comerciales donde los trabajadores podían adquirir artículos de primera necesidad y víveres en general. Pero la United, que había logrado en el contrato la exención de impuestos para sus importaciones, mantenía precios muy altos, sin ningún control oficial”, narra Víctor Manuel Arroyo en una biografía sobre Calufa.
Cuando se produjo la gran huelga de 1934, dirigida por Fallas y algunos compañeros, la compañía bananera estaba arruinando a muchos pequeños finqueros costarricenses, quienes habían aceptado un contrato que los obligaba a vender sus bananos a la empresa extranjera. Sin embargo, ésta no se comprometía a comprar todo el producto que le ofrecieran sino que, de acuerdo con la demanda del exterior, tomaba lo que quería. Los finqueros salían perjudicados pues la bananera les pagaba solo por racimo aceptado.
Pero no eran los finqueros quienes llevaban la peor parte, pues también ellos se desquitaban pagando a sus peones según los racimos recibidos por la United. Sólo este hecho constituye una infamia que hubiera justificado la huelga de los trabajadores. Lo inexplicable fue la actitud de los pequeños empresarios, víctimas como sus peones, cuando se declararon enemigos de la huelga bananera.
La prensa hizo también la guerra a los huelguistas y el gobierno de don Ricardo Jiménez, que al principio guardó una posición prudente, en la etapa final recurrió a la violencia. Por otra parte, la compañía estimulaba el enfrentamiento entre negros y blancos. Fallas intervino con la vehemencia que lo caracterizaba para evitar esta absurda lucha y al final logró que prevaleciera la razón.
Tomando en cuenta que fue aquella la primera huelga organizada en el ámbito centroamericano, que los huelguistas sumaban aproximadamente diez mil y que había constantes provocaciones y trampas, la Única forma explicar el intachable comportamiento de los trabajadores fue la serenidad, abnegación y energía de Fallas y sus compañeros de dirección. Después de buscar en vano un entendimiento directo con los trabajadores, cuando ya había pasado aproximadamente un mes, el gobierno no tuvo otro recurso que llamar a los dirigentes. Se llegó entonces a un acuerdo bastante favorable para los peones.
Cuando volvieron al trabajo, los jefes de la compañía en unión de los policías, dijeron a los trabajadores que no existía tal arreglo y que Fallas se había vendido por $30 mil e iba rumbo a Estados Unidos en aquel momento. Por suerte para el escritor, él se hallaba en el campamento de Veintiséis Millas y la falacia fue descubierta.



(Este artículo h
erechos de autor—, conservó la singuir manía hasta los días de Su sueño de escritor


Pero este hombre que había dado tan buenas muestras de serenidad y valentía en la dirección de la gran huelga bananera del Atlántico, debía enfrentarse a una empresa que al principio juzgó irrealizable: tenía que “aprender a escribir”. Había sido un lector voraz y desordenado desde la adolescencia. Pero al abandonar las aulas no había logrado conquistar a la ortografía, ni a la gramática elemental. Empujado por la necesidad de ser útil a sus compañeros observaba atentamente las correcciones que les hacían a sus escritos cuando se publicaban. Así fue mejorando su expresión escrita, con una paciencia y tenacidad admirables. En cuanto a la ortografía, tenía un método infalible:
“Entonces me fui dando cuenta de que yo tenía memoria visual. Las palabras eran feas o bonitas. Si miraba muy fea una palabra, le cambiaba la “s” por una “z”, y la veía bonita; es me daba la seguridad de que aquella se escribía con zeta. En algunas otras, el pleito estaba entre la “v” chiquita y la “b” larga... pero poco a poco mi memoria visual me iba dando mayores beneficios ...
Esta ingenua confesión pública da una idea del recio temple de Carlos Luis Fallas. Fue un çrítico muy exigente de sus escritos , por ejemplo, nunca estuvo de su cuerno “La dueña de la guitarra de las conchas de colores” tal vez porque su tema era un tanto sentimental.
Cuando enfermó de cáncer en 1965, se le concedió el premio de cultura “Magón” de ese año, y lo compartió con Hernán Peralta.. Esta ha sido la única vez que el premio se dio compartido. Calufa no logró recibir personalmente el galardón: murió víctima de un cáncer de riñón el 7 de mayo de 1966 ala edad de 57.
Según cuenta Luis Carlos, uno de sus hijos, Calufa aceptó con resignación la enfermedad. Cuenta que algunas veces lo escuchó decir que no quería llegar a viejo.
Casi todas sus obras las escribió febrilmente, hasta el extremo de que, en más de una ocasión, sangraban las yemas de sus dedos, maltratadas por el roce de las teclas de la máquina de escribir.
Escribió Mamita Yunai en veinticinco días y Gentes y Gentecillas, en tres meses. Consideraba la primera como la mejor lograda, pero por la coyuntura histórica y política, le tenía un cariño especial a la segunda.
Si como novelista, sus páginas no han sido superadas en cuanto a fuerza y riqueza expresiva; como hombre, tampoco ha habido muchos de su talla. Nunca quiso lucrar con sus obras. Su vida se rigió siempre por la inquebrantable decisión de luchar para acabar con las injusticias sociales.
Fue electo regidor municipal en 1942 y diputado al Congreso Nacional en 1944. Cuanto se improvisó como militar durante la guerra civil de 1948 se opuso —y arriesgó por ello su vida— al fusilamiento de los reos políticos. Intervino en actividades políticas por convicción, sin cálculos mezquinos ni intenciones torcidas.
Como dijo Alberto F. Cañas, en un artículo publicado el 10 de mayo de l966 a raíz de la muerte de Calufa: “La palabra “ternura’ salta cuando se habla de Carlos Luis Fallas, porque siendo un hombre rudo, era un escritor tierno, le saltaba por los poros, sobre todo en el trato con su prójimo. Hombre de millones y millones de anécdotas y de historias, contaba y contaba hasta la madrugada, siempre adobando sus relatos con un detalle suave, una lágrima, o un signo de ternura subrayado con grandes carcajadas”.






Es innegable: las experiencias, golpes alegrías vividos por el novelista se reflejan en las páginas de sus libros.

La guía de Carmen Lyra


Fallas representa el caso extraordinario de quien, sin proponérselo, hace obra literaria. Su mayor influencia fue su colega Carmen Lyra y él mismo asegura que fue ella quien le enseñó a escribir. La mano de la autora se nota en el estilo muy musical, en la frase rítmica y la ligereza clásica de su obra. Después de ella, Fallas ha sido uno de los pocos escritores nacionales que ha podido llevar a las letras la autenticidad del lenguaje popular, y urbano del costarricense. Nunca se cuidó de las modas literarias, ni buscó trucos refinados para impresionar; tenía mucho que contar, mucha experiencia humana que transmitir, y la conversación no bastaba. Su tempranísima afición por la lectura —no cumplía los diez años cuando ya leía vorazmente cuanto caía en sus manos— fue el asidero ideal para la innata capacidad de comunicación y las dotes de buen conversador propias de Calufa. Contaba que de niño le llegó a gustar más leer un folletín de Buffalo Bill que ver una película de bandidos. Y mientras permanecía en la casa tenía que estar leyendo de lo contrario se desesperaba y era capaz de obtener un libro, un almanaque o cualquier cosa1 con letras. A veces se desvelaba hasta altas horas de la noche, y entonces su madre se levantaba, iba a su cuarto a regañarlo y le decomisaba el libro. Por eso Carlos Luis llegaba al extremo de apagar la luz, para fingir que estaba dormido, y se iba a la sala para proseguir con la lectura hasta altas horas de la madrugada.
Leía en la mesa, a la hora de comer, buscándose la boca a tientas con la cuchara; leía en el baño largas horas hasta que su madre intervenía furiosa, y la costumbre hizo que pudiera leer perfectamente y caminar al mismo tiempo, sin tropezar con nadie, por las calles más concurridas de la capital.
Algún tiempo después, muy joven todavía, se convirtió en un verdadero ratón de la Biblioteca Nacional, adonde iba todas las noches: siempre era el primero en llegar y el último en marcharse.
Por eso, pese a sus raíces campesinas y a la escasa educación formal que tuvo de joven, Calufa se propuso adquirir una sólida cultura por medio de los libros y afinar su natural habilidad para escribir.
Sencillo pero intelectualmente polémico, le importaba poco su aspecto personal y vivió mucho como un aventurero, por ello conocía muy bien al ser humano.
Al llegar a la secundaria, Calufa emprendió sus estudios con la mejor de las intenciones: quería ser un estudiante ejemplar para enorgullecer a su madre, pero injusticias ocurridas durante los dos
años que estuvo en el Instituto de Alajuela más bien lograron afianzar en él su espíritu de rebeldía.
Lo que para muchos era, en aquella época, un motivo de orgullo, fue para Fallas una verdadera fuente de sufrimientos: se trataba del uniforme del colegio. Con grandes sacrificios su madre pudo comprarle la guerrera (tipo de camisa) y los pantalones, pero como no hubo forma de que le alcanzara para los zapatos, debió pedir un permiso especial en la secretaría del colegio para que lo dejaran asistir descalzo.
En el instituto, el muchacho se destacó por sus diabluras y picardías, fue el “alumno problema” de la institución y el dolor de cabeza de los profesores. Por cierto, a raíz de esta situación, Calufa lanza —en Marcos Ramírez— una crítica contra la enseñanza nacional: los profesores que describe son todos mediocres académicamente con excepción de Jesus Ocaña, a quien respetó por su bondad y conocimientos.
Era lógico que tan pícaro adolescente —más que conocido por el director y. los profesores—, fuera víctima de las iras del profesorado, quien le cobró con saña la suma de tropelías que realizó. La venganza fue aplazado y con ese golpe bajo terminó bruscamente una etapa en su vida. Este hecho fue decisivo en su futuro pues lo obligó a tomar otro sendero que del que jamás se arrepintió.
Con esta frase concluye Calufa la culminación de su experiencia en secundaria:
“... Y un momento después bajaba yo a grandes saltos la escalera del colegio, por última vez, porque había resuelto , definitivamente no poner los pies allí jamás...”.
Más tarde logró enrolarse en un trabajo como mecánico, pero de nuevo fracasó: tuvo un altercado con uno de sus compañeros, al que dejó inconsciente, y debió abandonar el puesto.
Estos tropiezos, que algunos interpretan como la prueba de alguna especie de fatalismo mítico en la vida de Fallas, es más bien la consecuencia directa de un temperamento fogoso y vivo que más tarde hará de él un militante combativo. Sus rabietas de infancia y adolescencia fueron superados cuando surgió el escritor y dirigente político.
Fue en época cuando decidió internarse en la zona Atlántica, para iniciar otra etapa de su vida bajo el feudo de la United Fruit Company.


La huelga de 1934


De aquí en adelante, empieza a formarse el militante marxista, enfrentado al mundo de las bananeras inundadas de miseria, sordidez, explotación, escenarios que golpearán muy fuerte su sensibilidad.
Apenas era un adolescente de 16 años cuando se trasladó a la zona Atlántica, donde por años vivió un terrible infierno, cuyos sufrimientos quedaron grabados para siempre en Mamila Yunai

El infortunio, la lucha dura y constante por mantener un nivel de vida infrahumano, permitieron que surgiera en la podredumbre el más noble de los sentimientos humanos: la amistad Cuando el cadáver del novelista permanecía en capilla ardiente, durante horas desfilaron para verlo por última vez intelectuales, obreros y estudiantes, así como cx-compañeros de la zona bananera, hombres recios y humildes que se esforzaban por contener las lágrimas.
Las condiciones en que vivían los trabajadores de la United Fmit Co. eran deplorables. No había servicio médico alguno en la zona y la compañía no autorizaba ningún viaje especial a Limón: por más urgente que fuera el caso, el enfermo debía quedarse sin atención médica.
Hasta las tabletas de quinina y los simples artículos de botiquín debían adquirirlos los peones por su cuenta. Las horribles viviendas no parecían aptas para seres humanos y carecían de los servicios higiénicos imprescindibles.
“Eran espantosas pocilgas. Los comisariatos eran los únicos establecimientos comerciales donde los trabajadores podían adquirir artículos de primera necesidad y víveres en general. Pero la United, que había logrado en el contrato la exención de impuestos para sus importaciones, mantenía precios muy altos, sin ningún control oficial”, narra Víctor Manuel Arroyo en una biografía sobre Calufa.
Cuando se produjo la gran huelga de 1934, dirigida por Fallas y algunos compañeros, la compañía bananera estaba arruinando a muchos pequeños finqueros costarricenses, quienes habían aceptado un contrato que los obligaba a vender sus bananos a la empresa extranjera. Sin embargo, ésta no se comprometía a comprar todo el producto que le ofrecieran sino que, de acuerdo con la demanda del exterior, tomaba lo que quería. Los finqueros salían perjudicados pues la bananera les pagaba solo por racimo aceptado.
Pero no eran los finqueros quienes llevaban la peor parte, pues también ellos se desquitaban pagando a sus peones según los racimos recibidos por la United. Sólo este hecho constituye una infamia que hubiera justificado la huelga de los trabajadores. Lo inexplicable fue la actitud de los pequeños empresarios, víctimas como sus peones, cuando se declararon enemigos de la huelga bananera.
La prensa hizo también la guerra a los huelguistas y el gobierno de don Ricardo Jiménez, que al principio guardó una posición prudente, en la etapa final recurrió a la violencia. Por otra parte, la compañía estimulaba el enfrentamiento entre negros y blancos. Fallas intervino con la vehemencia que lo caracterizaba para evitar esta absurda lucha y al final logró que prevaleciera la razón.
Tomando en cuenta que fue aquella la primera huelga organizada en el ámbito centroamericano, que los huelguistas sumaban aproximadamente diez mil y que había constantes provocaciones y trampas, la Única forma explicar el intachable comportamiento de los trabajadores fue la serenidad, abnegación y energía de Fallas y sus compañeros de dirección. Después de buscar en vano un entendimiento directo con los trabajadores, cuando ya había pasado aproximadamente un mes, el gobierno no tuvo otro recurso que llamar a los dirigentes. Se llegó entonces a un acuerdo bastante favorable para los peones.
Cuando volvieron al trabajo, los jefes de la compañía en unión de los policías, dijeron a los trabajadores que no existía tal arreglo y que Fallas se había vendido por $30 mil e iba rumbo a Estados Unidos en aquel momento. Por suerte para el escritor, él se hallaba en el campamento de Veintiséis Millas y la falacia fue descubierta.


Su sueño de escritor


Pero este hombre que había dado tan buenas muestras de serenidad y valentía en la dirección de la gran huelga bananera del Atlántico, debía enfrentarse a una empresa que al principio juzgó irrealizable: tenía que “aprender a escribir”. Había sido un lector voraz y desordenado desde la adolescencia. Pero al abandonar las aulas no había logrado conquistar a la ortografía, ni a la gramática elemental. Empujado por la necesidad de ser útil a sus compañeros observaba atentamente las correcciones que les hacían a sus escritos cuando se publicaban. Así fue mejorando su expresión escrita, con una paciencia y tenacidad admirables. En cuanto a la ortografía, tenía un método infalible:
“Entonces me fui dando cuenta de que yo tenía memoria visual. Las palabras eran feas o bonitas. Si miraba muy fea una palabra, le cambiaba la “s” por una “z”, y la veía bonita; es me daba la seguridad de que aquella se escribía con zeta. En algunas otras, el pleito estaba entre la “v” chiquita y la “b” larga... pero poco a poco mi memoria visual me iba dando mayores beneficios ...
Esta ingenua confesión pública da una idea del recio temple de Carlos Luis Fallas. Fue un çrítico muy exigente de sus escritos , por ejemplo, nunca estuvo de su cuerno “La dueña de la guitarra de las conchas de colores” tal vez porque su tema era un tanto sentimental.
Cuando enfermó de cáncer en 1965, se le concedió el premio de cultura “Magón” de ese año, y lo compartió con Hernán Peralta.. Esta ha sido la única vez que el premio se dio compartido. Calufa no logró recibir personalmente el galardón: murió víctima de un cáncer de riñón el 7 de mayo de 1966 ala edad de 57.
Según cuenta Luis Carlos, uno de sus hijos, Calufa aceptó con resignación la enfermedad. Cuenta que algunas veces lo escuchó decir que no quería llegar a viejo.
Casi todas sus obras las escribió febrilmente, hasta el extremo de que, en más de una ocasión, sangraban las yemas de sus dedos, maltratadas por el roce de las teclas de la máquina de escribir.
Escribió Mamita Yunai en veinticinco días y Gentes y Gentecillas, en tres meses. Consideraba la primera como la mejor lograda, pero por la coyuntura histórica y política, le tenía un cariño especial a la segunda.
Si como novelista, sus páginas no han sido superadas en cuanto a fuerza y riqueza expresiva; como hombre, tampoco ha habido muchos de su talla. Nunca quiso lucrar con sus obras. Su vida se rigió siempre por la inquebrantable decisión de luchar para acabar con las injusticias sociales.
Fue electo regidor municipal en 1942 y diputado al Congreso Nacional en 1944. Cuanto se improvisó como militar durante la guerra civil de 1948 se opuso —y arriesgó por ello su vida— al fusilamiento de los reos políticos. Intervino en actividades políticas por convicción, sin cálculos mezquinos ni intenciones torcidas.
Como dijo Alberto F. Cañas, en un artículo publicado el 10 de mayo de l966 a raíz de la muerte de Calufa: “La palabra “ternura’ salta cuando se habla de Carlos Luis Fallas, porque siendo un hombre rudo, era un escritor tierno, le saltaba por los poros, sobre todo en el trato con su prójimo. Hombre de millones y millones de anécdotas y de historias, contaba y contaba hasta la madrugada, siempre adobando sus relatos con un detalle suave, una lágrima, o un signo de ternura subrayado con grandes carcajadas”.










a sido tomado en forma íntegra de la sección Dominical de la Nación del 2 de octubre de 1994)




19.1.07

In Memoriam a Calufa


El Grupo CALUFA en homenaje al nacimiento del escritor y luchador Carlos Luis Fallas Sibaja dedica este espacio a la vida y obra de este gran Alajuelense :
" In Memorian a Calufa ", este homenaje se culminará con un festival cultural callejero en el kiosko del parque central de Alajuela el Domingo 21de Enero a las 6:00pm.

TODOS ESTAN INVITADOS A LLEGARSE!



In Memorian a Calufa I
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Autobiografïa

Nací el 21 de enero de 1909, en un barrio humilde de la ciudad de Alajuela. Por parte de mi madre soy de estracción campesina. Cuando yo tenía cuatro o cinco años de edad, mi madre contrajo matrimonio con un obrero zapatero, muy pobre, con el que tuvo seis hijas. Me crie, pues, en un hogar proletario.
Cursé los cinco años de la escuela primaria y luego dos de la enseñanza secundaria. Tuve que abandonar los estudios, fui aprendiz en los talleres de un ferrocarril y, a los dieciséis años, me trasladé a la provincia de Limón, en el litoral Atlántico de mi país, feudo de la United Fruit Company, el poderoso trus norteamericano que extiende su imperio bananero a lo largo de todos los países del Caribe. En Puerto Limón trabajé como cargador, en los muelles. después me interné por las inmensas y sombrías bananeras de la United, en las que por años hice vida de peón, de ayudante de albañil, de dinamitero, de tractorista, etc. Y allí fui ultrajado por los capataces, atacado por las fieras, vejado en el hospital.
Andaba en los 22 años, cuando regresé a Alajuela para ver morir a mi madre. Entusiasmado por las ideas revolucionarias y anti-imperialistas que por ese entonces comenzaban a agitar el proletariado costarricense, ingresé al naciente movimiento obrero y, para poder vivir y luchar en las ciudades, aprendí en tres meses el oficio de zapatero, oficio que ejercí por largos años. Intervine en la organización de los primeros sindicatos alajuelenses y en la dirección de las primeras huelgas; fui a la cárcel varias veces; resulté herido en un sangriento choque de obreros con la policía, en 1933, y en ese mismo año, con el pretexto de un discurso mío, los Tribunales me condenaron a un año de destierro en la costa Atlántica, provincia de Limón. Allí, entre otras actividades revolucionarias, intervine en la organización de la gran Huelga Bananera del Atlántico de 1934, que movilizó 15.000 trabajadores y que conmovió profundamente al país entero. Por mi participación en esta huelga fui encarcelado una vez más, me declaré en huelga de hambre y, gracias a la acción del pueblo, recobré la libertad. Fui electo por los obreros regidor Municipal en 1942 y diputado al Congreso Nacional en 1944.
Me tocó improvisarme jefe militar de los mal armados batallones obreros que derramaron su sangre durante la guerra civil de 1948. Derrotados por las intrigas imperialistas, y bajo la brutal y sangrienta represión que desataron nuestros enemigos, fui a la cércel, estuve a punto de ser fusilado y me adobaron un proceso calumnioso e infamante, pero salvé la vida y recobré la libertad gracias a las protestas del pueblo y a la solidaridad internacional.
En mi vida de militante obrero, obligado muchas veces a hacer actas, redactar informes y a escribir artículos para la prensa obrera, mejoré mi ortografía y poco a poco fui aprendiendo a expresar con claridad mi pensamiento. Pero para la labor literaria, no domino siquiera las más elementales reglas gramaticales de español, que es el único idioma que conozco, ni tengo tiempo ahora para dedicarlo a superar más deficiencias.
Mi labor literaria es muy escasa, porque la mayor parte de mi tiempo lo dedico a la lucha por la total liberación de mi pequeña patria. En 1940 escribí Mamita Yunai, publicada en Costa Rica en 1941, y que pasó desapercibida por años, hasta que el soplo poderoso del gran poeta Pablo Neruda la echó a correr por el mundo: hasta el momento se ha editado en italiano, ruso, polaco alemán, checo, eslavo y rumano y pronto aparecerá también en búlgaro y en húngaro; se editó de nuevo en español en Chile en 1949 y en Argentina en 1955, donde actualmente se prepara su reedición . Y ahora esta edición mexicana que es la definitiva. en 1947 publiqué la novela "Gentes y Gentecillas", en una pésima edidión que corregí luego pero que no he podido volver a editar. Ese mismo año escribí una novela y unos cuentos cortos, que me fueron robados y destruidos durante la represión de 1948.En 1952 publiqué Marcos Ramírez, libro de aventuras infantiles traducido ya al francés, al alemán y al polaco. Y en 1954 publiqué Mi madrina, en un tomo que contiene dos novelas cortas y un cuento y que se tradujo y editó ya en Polonia. Y esto es todo por el momento.

CARLOS LUIS FALLAS
San José, Costa Rica, 1957
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16.1.07

Don Oscar Arias: con problemas reales pero soluciones irreales.

Mariano Figueres Olsen

Querida doña Amelia, aún estando de gira fuera de San José, me resulta inesquivable, lamentablemente, referirme a las palabras de don Oscar Arias en el programa Nuestra Voz de hoy en la mañana, por cuanto se refirió a este servidor suyo, y, de nuevo, uso a su antojo la memoria de Don Pepe.
El enfrentamiento con los Arias sobre el TLC de una cantidad cada vez mayor del pueblo de Costa Rica, es de fondo. Hay posiciones técnicas a favor y en contra del tratado, sin embargo la decisión final será política, y definirá cual modelo de desarrollo queremos para nuestra Patria. Quienes nos oponemos a su aprobación consideramos que Costa Rica se merece un modelo nuestro, que defienda y renueve nuestros mejores valores y principios.
Don Oscar nos dice en su programa que desea educar al pueblo de Costa Rica. Se lo agradecemos, pero no es con mentiras que se educa. Ahora anda con el argumento que aprobemos el tratado, y que si no nos gusta nos salgamos. Él debe saber, y los que saben de la materia, de ambos lados, reconocen que denunciar y salirse del tratado, en el mejor de los casos, conlleva un proceso tan largo y oneroso como aprobarlo.
Don Oscar nos dice hoy que hay miles de países deseando firmar un TLC con los EEUU, quisiera saber cuales son esos miles.
Don Oscar nos dice que desea conversar con los Sindicatos. La oposición al TLC ni por asomo es solo de Sindicatos, sino de muchos y grandes sectores nacionales. Además, si nunca ha querido debatir sobre el TLC, y al haber afirmado ambos hermanos Arias que se puede dialogar pero que el TLC "va para adelante", su decir que desea conversar resulta insultante.
Don Oscar nos dice que necesita recursos para gobernar. Sería bueno que pusiera a tributar a los que más tienen, y ahora menos pagan, como por ejemplo los bancos privados.
Don Oscar nos dice que don Pepe estaba enfrentado a Castro y a Cuba. Lo estuvieron, pero terminaron reconciliados. Soy testigo presencial. Decir lo contrario es tapar la historia y mentirle al pueblo de Costa Rica.
Don Oscar nos dice que Don Pepe estaría a favor de este tratado, por cuanto siempre estuvo a favor del "comercio justo". Lo segundo es lo único cierto. Siempre hemos estado a favor del comercio justo. Sin embargo el TLC contiene 5 capítulos sobre comercio, pero más de 15 capítulos sobre temas que no son de comercio, y que buscan entre otras cosas desmantelar las instituciones del Estado, entre las cuales va la seguridad social, que Usted doña Amelia, tan valientemente defiende.
Ante lo dicho por don Oscar, le pregunto a la historia y a las y los Costarricenses: creen ustedes que Don Pepe estaría a favor de desmantelar el ICE, la CCSS, el INS, el CNP, o estaría más bien luchando por mejorarlos?!
Coincido con don Oscar cuando dice que estamos en nuestro derecho al oponernos al TLC, lo cual, a pesar de las amenazas, persecuciones, y agresiones del régimen, seguiremos haciendo.

De Usted doña Amelia, con todo respeto,

Mariano Figueres Olsen.

11.1.07

Manifiesto a la Asamblea Legislativa y al país

Trámite final del TLC:
Hacia un escenario de confrontación total
El autoritarismo del régimen
de los Arias Sánchez,
de legitimidad cuestionada y precaria,
resultó ser el “mejor aliado”
de la Democracia de la Calle.
La constitucionalidad republicana violada,
se restaurará con la movilización ciudadana
más importante de la historia nacional.
Asociación Nacional de
Empleados Públicos y Privados
ANEP
Asociación Sindical de Empleados del Instituto Costarricense de Electricidad
ASDEICE
1- Las señoras diputadas y los señores diputados retornan hoy, 8 de enero de 2007, a sus funciones legislativas, para asumir, si se quiere, el desafío de mayor trascendencia que como nación soberana nos toca enfrentar, desde los históricos acontecimientos de 1856.
2- Nuevamente estamos ante el dilema de seguir siendo república ó transformarnos en colonia; tal y como lo enfrentó hace 150 años, don Juanito Moras Porras y la ciudadanía de entonces que atendió su llamado en defensa de nuestra joven patria.
3- Ha quedado completamente definido, con absoluta contundencia, que el denominado TLC ni es “tratado”, ni es “libre”, ni es de comercio estrictamente hablando. Va más allá. Transforma radicalmente una institucionalidad democrática y una constitucionalidad republicana que fue garante, durante las últimas décadas, de una convivencia en paz; pese a la corrupción, a la creciente desigualdad, al descrédito ciudadano en sus sucesivos gobernantes, en los últimos veinte años.
4- Quienes defienden ese TLC han sido derrotados en el campo de las ideas. La profundidad de los estudios realizados, el profesionalismo y la calidad técnica de los investigadores de los mismos; así como la diversidad de sus procedencias político-filosóficas y profesionales, han establecido que ese TLC es nefasto para Costa Rica.
5- Únicamente han de beneficiarse del mismo, la coalición de capitales que en los últimos años han detentado el poder político de nuestro país, sin importar el partido gobernante. Esos pequeños grupos criollos, pero de enorme poderío económico, hoy ya hacen negocios con algunos de los más sangrientos capitales centroamericanos afincados en el país. Por eso es que solamente son ellos, los que ocupan ese TLC.
6- Esa coalición de capitales ha venido imponiendo un clima de autoritarismo político en el país; desplegando, con la complacencia de varios de los más “grandes” medios de prensa, una especie de totalitarismo, pretendiendo acallar toda disidencia. La persecución del pensamiento libre ha llegado hasta sectores periodísticos y sectores eclesiales, castigándose a quien osa diferir de la posición oficial del régimen cuyas caras visibles son los hermanos Arias Sánchez.
7- Actúan de tal forma porque están convencidos de que ese TLC les permitirá dar el asalto final a la institucionalidad, para materializar los ansiados negocios que tanto tiempo les han sido vedados: entrar de lleno al mercado de las telecomunicaciones y los seguros comerciales; a la vez que lograrán profundizar su inserción mercantilista en energía eléctrica, salud, medicamentos, educación y agua. Finalmente, así esperan implantar, sin reversión posible, el modelo neoliberal de Estado por el que tanto han pujado, hasta el punto de atentar contra la Constitución Política para restablecer la reelección presidencial.
8- Acudiendo a las más burdas maniobras antidemocráticas y reglamentarias del procedimiento legislativo, violando de manera reiterada la Constitución Política, han venido legitimando, poco a poco y de manera sólida, el concepto de la Democracia de la Calle; como la única arma cívica que le ha de quedar al pueblo para defender su institucionalidad y su constitucionalidad que son fundamento del régimen democrático costarricense.
9- La violación reiterada de la constitucionalidad en el trámite del TLC, parece no detenerse. El presidente legislativo ya anunció que solamente ocuparán 29 votos para su aprobación. Esto constituye una muestra más del aislamiento cívico y del autismo político, en un marco de legitimidad precaria y cuestionada, en que están sumidos esos grupos económicos neoliberales y sus piezas legislativas y ejecutivas.
10- Somos conscientes de que en este parlamento se expresan concepciones profundamente patrióticas, sustentadas en los más profundos valores de la idiosincrasia costarricense. Esto fortalece el poderoso movimiento cívico que se ha de expresar, a lo largo y a lo ancho de todo el país, en los cruciales momentos históricos que se avecinan, en los próximos días y en las próximas semanas.
11- Hoy, lunes 8 de enero de 2007, es una ocasión propicia para apelar a las conciencias de aquellos señores diputados y de aquellas señoras diputadas que, pese a la obligada obediencia que se les impone de lealtad absurda al autoritarismo en el poder; saben que su lealtad mayor es con el pueblo, con sus representados y con sus representadas, con una herencia patrimonial y cívica fundada en el bien común.
12- Miles y miles de costarricenses patriotas, hombres y mujeres, de todas las edades, de todos los gremios, de todos los sectores; de las más diversas procedencias político-partidistas y sin partido; marcharán por las calles de nuestro país, expresando la alianza social, cívica y política más impactante, diversa y multicolor de toda la historia nacional.
13- Socialdemócratas de verdad, socialcristianos consecuentes, socialistas de las diversas corrientes; creyentes de diversas denominaciones cristianas; cooperativistas, comunalistas, sindicalistas, ecologistas, agricultores, estudiantes, educadores, obreros, intelectuales, académicos; políticos de distintas tiendas y empresarios patriotas y un gran etcétera; habrán de decirle a este parlamento que ese TLC no debe pasar, que debe ser retirado del parlamento y que corresponde, en consecuencia, definir e impulsar una gran agenda de desarrollo construida con toda la ciudadanía.
14- La Asamblea Legislativa debe rechazar el tipo de TLC que le quieren imponer a Costa Rica. Razones hay más de sobra. Si no es así, la Democracia de la Calle y su instrumento estrella, el Referéndum de la Calle, vendrán a jugar un incuestionable rol estratégico en la preservación de la institucionalidad y de la constitucionalidad que nos fue heredada, como garantía fundamental de paz y de búsqueda del bien común.

San José, 8 de enero de 2007.

Albino Vargas Barrantes
ANEP
Fabio Chaves Castro
ASDEICE

4.1.07

Jorge Volio Jiménez : el Sacerdote soldado











Revisión de tropas




Volio con el cráneo de Rogelio Fernández Güell ,
perseguido igual que él y asesinado por Tinoco.



Algunas anécdotas:

En una oportunidad, el periodista don Fernando Borges, se le acercó al General Jorge Volio Jiménez, con la intención de pedirle su valiosa y respetada opinión con respecto a la Historia y a la Filosofía. ..

El insigne orador parlamentario y político, cuyos discursos pronunciados en el Congreso, se distinguieron por la profundidad de sus pensamientos; contestó:

- "La Historia y la Filosofía se diferencian en que la Historia cuenta cosas que no conoce nadie con palabras que sabe todo el mundo; en tanto que la Filosofía cuenta cosas que sabe todo el mundo con palabras que no conoce nadie."



En 1912 El general Volio hace un sermón desde el púlpito. Allí afirma que el presidente Ricardo Jiménez debe llamar a la guerra contra los nuevos filibusteros.

General Volio: ¿Y nosotros podemos comer con tranquilidad el pan en nuestros hogares?

Si es una quijotada oponerse el invasor, es una indignidad sin nombre dejarle el paso libre sin protestar...

Está bien que los choriceros de Boston no tengan más Dios que el oro, pero nosotros somos otra gente, de otra sangre, de otra escuela...

El Presidente tiene la obligación de renunciar si no se siente con valor moral suficiente para hacer oír ante Washington nuestra protesta por el desembarco de tropas en suelo centroamericano...


(Luego en la Casa cural en El Carmen de Heredia sucede lo siguiente)

El general Volio y un emisario del gobierno

Emisario: Al gobierno no le parece conveniente que usted, padre, utilice el púlpito para la política.

General Volio: No es política, es la vida de los costarricenses.


Emisario: Es política, que nos compromete con un gobierno amigo...

General Volio: Un gobierno amigo que abandonamos a su suerte y a la suerte de los poderosos.

Emisario: El gobierno ha tomado una decisión...

General Volio: No hacer nada.

Emisario: Mantenerse dentro de los límites de la prudencia

General Volio: Prudencia, prudencia. No me cabe duda de que en la presidencia de la República figura un señorito de grandes cualidades. Pero hace eso que usted dice: po-lí-ti-ca, mientras nosotros, hacemos otra cosa, que se llamara mo-ral...

Emisario: Padre...

General Volio: Sí, moral. Porque no es moral ver que una potencia extranjera invade a nuestros vecinos y que quedamos, por política, con los brazos cruzados.

Y si usted y el presidente quieren ver qué cosa es la moral, yo se las muestro (se quita la sotana). Guardo este símbolo de la iglesia, y tomo un fusil para ir a defender lo que por po-lí-tica el presidente no puede defender...

Hoy más que nunca deberíamos aprender de los costarricenses de antaño que como Don Jorge Volio tenían bien claro lo que un ciudadano valiente debe llegar a hacer por defender sus ideales y su dignidad y que los valores costarricenses son producto de principios tan humanos y cristianos como el de la solidaridad que incluye el sentido de justicia y la posible denuncia de lo que no se ajuste a ese principio y que Don Jorge hizo valer desde el púlpito de la iglesia Católica.