24.3.08

¿El fin de la globalización neoliberal?


TRIBUNA DEMOCRÁTICA



Luis Paulino Vargas Solís | 22 de Marzo 2008

Estado Unidos va de cabeza hacia la que probablemente sea la más severa recesión en décadas. Sin duda, esto se hará sentir con dureza en Costa Rica y pondrá en evidencia cuan falso es el tal auge económico de la administración Arias, cuya energía impulsora ha provenido del endeudamiento descontrolado, el consumismo irresponsable y una burbuja inmobiliaria que ya acumula costos sociales y ambientales altísimos. Conviene recordar cómo empezó esto en Estados Unidos, cosa aún más importante en vista del tipo de respuesta que están ensayando las autoridades públicas de ese país. Y, cosa notable, estas respuestas se sintetizan en una cosa: hoy los neoliberales -tradicionales enemigos del Estado- viven un apasionado idilio…con el Estado mismo.

1) Alquimia financiera

Conforme el desastre se profundiza, asimismo se van aclarando las fuentes de las cuales se alimentó. Durante varios años, incluso ya desde finales de los años noventa, Estados Unidos recibió flujos masivos de capitales financieros que su sistema bancario se encargo de canalizar hacia la inversión inmobiliaria. Con ese fin se aceleró la creación de entidades financieras opacas frente a la regulación pública, así como toda una gama de artilugios destinados a facilitar la colocación rentable de esos capitales. Alquimia financiera pura.

El cuento empieza -tan solo empieza- con las llamadas hipotecas basura (sub-prime), es decir, la colocación de créditos hipotecarios entre deudores de muy bajos ingresos o pobre trayectoria financiera. Siendo su parte más débil, fue por ahí donde se rompió la cuerda. Las tasas de interés muy bajas al inicio, vinieron a rebelar el veneno que llevaban oculto cuando al cabo de algún tiempo se convirtieron en tasas muchos más altas. Pero en cuanto mucha de esa gente -que seguramente incluye numerosas familias negras e hispanas- dejaron de pagar y comenzaron a perder sus casas, empezó a verse que ellos tan solo habían sido la piedra de base sobre la que se levantó una gigantesca montaña de créditos asumidos con fines de inversión especulativa e instrumentos financieros diseñados para dar curso a esa especulación. Tales son los famosos derivados que, en este caso particular, se hicieron célebres bajo un nombre -en inglés: Collateralized Debt Obligations, C.D.O.- cuya retorcida sofisticación es justo la característica distintiva de este negocio.

De las hipotecas basuras se hicieron trocitos que luego se empaquetaron como C.D.O's posteriormente colocados en los mercados financieros. A su vez, inversores de diverso tipo recurrieron a crédito a fin de engrosar sus apuestas. La Reserva Federal o banco central estadounidense -con Greenspan a la cabeza- se hizo cómplice del proceso, no solamente por la política de bajísimas tasas de interés que promovió por varios años sino, además, por la manifiesta indolencia con que permitió que la burbuja se inflara. También han sido directos partícipes de esta estafa las llamadas "calificadoras de riesgo", esas mismas que medios de desinformación como La Nación y presidentes-marioneta como Arias se toman tan en serio, las cuales no tuvieron empacho en conceder máxima calificación (la llamada triple A) a esos tales C.D.O. De esa forma, vestían con trajes de máxima confiabilidad a instrumentos financieros altamente riesgosos. Así, la banca transnacional chapoteaba a placer en su lodazal favorito, e incluso grupos económicos cuyas operaciones dominantes no son de tipo financiero, entraron gustosos al fiestón. Entre ellos el grupo Carlyle, una de cuyas filiales -Carlyle Capital- se declaró en quiebra en estos días a raíz de sus inversiones especulativas en valores ligados al negocio hipotecario. Recordemos que la siniestra familia Bush es socia de este grupo.

2) La especulación se alimenta de la mentira

Ocurrió algo similar a lo que había acontecido con motivo de la llamada burbuja tecnológica de la segunda mitad de los noventas, cuando los valores en bolsa de las empresas tecnológicas y de Internet se lanzaban por las nubes aún si su contabilidad no reflejaba ganancias apreciables. Entonces se afirmaba que estas empresas abrían nuevas e insospechadas posibilidades, imposibles de ser reflejadas en ningún estado contable tradicional. El gigantesco derrumbe de los valores accionarios de estas empresas en el período 2000-2003 dejó en claro la magnitud del error cometido. También la burbuja inmobiliaria se alimentó de una inmensa mentira: la de que el aumento de los precios de los inmuebles jamás se detendría. Solo que ahora las consecuencias sociales y económicas de la mentira son mucho mayores.

Por esta vía se atrajo hacia a la espiral de endeudamiento a muchos millones de familias que son parte de la maltrecha "clase media" estadounidense, las cuales, por lo tanto, no corresponden al segmento de bajos ingresos atrapados en las hipotecas basura. La suya es una historia con sus propias peculiaridades, en cuanto recurrieron a la refinanciación de sus hipotecas a fin de obtener nuevos créditos, aprovechando con ese fin el alza del precio de su vivienda. Ahora se enfrentan a la cruda realidad de que su deuda excede del valor de su casa con lo que bien podría decirse que se les agotó la última frontera -el endeudamiento hipotecario- a la que podían recurrir para satisfacer las obsesiones de consumo que les impone el sistema de vida de que son parte.

3) La epidemia se extiende

Así pues, la crisis de las hipotecas basuras se extendió, como verdadera epidemia, a todo el sistema financiero, pero asumiendo formas insidiosas y subrepticias: aún hoy día -siete meses después de que el problema empezó a manifestarse en toda su magnitud- no está claro cuáles son sus verdaderos alcances y quiénes los posibles afectados. Ello ha dado lugar a un fenómeno de secamiento del crédito (credit crunch), ya que, al difundirse el pánico y crecer la desconfianza, nadie quiere prestarle a nadie y es del caso que ni siquiera los bancos transnacionales quieren concederse crédito entre ellos mismos. Los capitales sobrevivientes se fugan entonces hacia inversiones que se juzgan como más "seguras". En parte, lo hacen hacia los bonos del Tesoro estadounidense -un destino conservador y confiable- pero pareciera que también se está recurrido a otra forma de inversión especulativa y, por lo tanto, altamente riesgosa: metales preciosos y materias primas (las llamadas commodities). De ahí, en parte, el alza descontrolada del oro, el petróleo y otras mercancías similares. Posiblemente aquí viene gestándose otra burbuja especulativa que se superpone sobre la implosión de la burbuja inmobiliaria y que, como ésta, y llegado el momento, seguramente también colapsará.

Así, se van clarificando los mecanismos por cuyo medio el problema se ha transmitido de forma que, lejos de quedar confinado a un segmento del sistema financiero -el de las hipotecas basura- ha terminado por provocar una recesión que amenaza ser sumamente grave. Quizá dos sean las mediaciones principales que lo explican: primero, el golpe sobre las posibilidades de endeudamiento y consumo de la familia promedio estadounidense y, segundo, el recorte drástico del crédito que, con seguridad, también afecta la inversión privada. Lo primero -las consecuencias sobre el consumo- es particularmente importante, puesto que más del 70% del PIB estadounidense satisface la demanda de consumo. Si ésta experimenta una restricción apreciable, ello tendría indudables consecuencias recesivas.

4. Papá-Estado al rescate

La catástrofe está en proceso. No será fácil recuperar la estabilidad ni iniciar la recuperación. Pero, entretanto, papá-Estado ha venido al rescate. Y no precisamente a favor de la gente de menos ingresos que cometió la imprudencia de dejarse arrastrar por los cantos de sirena de las entidades financieras hipotecarias, y hoy día se está quedando en la calle. Papá-Estado está interviniendo -y de forma realmente masiva- a favor justo de quienes más lo han denostado y despreciado, de quienes más se niegan a pagar impuestos o cumplir regulaciones que preserven el bien público. A favor de aquellos que vociferan que el Estado es una antigualla y la democracia una rémora insoportable que frena el progreso (por cierto, lo mismito que proclaman las cámaras empresariales en Costa Rica a propósito de su agenda de implementación del TLC).

Los beneficiarios de la acción de emergencia que el papá-Estado estadounidense hoy pone en marcha, son los grandes bancos transnacionales, las empresas de corretaje en bolsa, las aseguradoras y, en fin, todo ese diversificado tejido de negocios constituido por los especuladores profesionales de diversos pelaje. Ya lo vemos: desde agosto pasado, seis rebajas acordadas por la Reserva Federal en relación con su tasa de interés de referencia a corto plazo, la ha traído desde 5,25% a 2,25%, mientras al mismo tiempo rebaja la tasa que cobra por redescuento a los bancos. En días recientes -y en operación concertada con otros bancos centrales de países centrales- se puso "a disposición" de un grupo selecto de grandes bancos, la insignificancia de US$ 200 mil millones. Conviene recordar que a mediados de diciembre se aplicó una medida similar, como también se había hecho en los inicios del derrumbe, allá por agosto del año pasado.

La calidad de la intervención alcanza nuevas cimas con la operación de rescate concertada alrededor de la quiebra de Bear Stearns, el quinto mayor banco de inversión de Estados Unidos. Otro megabanco -JPMorgan Chase & Co- lo compra a precio de ganga, mientras la Reserva Federal pone US$ 30 mil millones, pero además se compromete a proveer al banco comprador la liquidez que requiera y le garantiza a sus accionistas que la operación no implicará riesgo alguno para ellos.

Esto se describe claramente apelando a un concepto que los neoliberales costarricenses -promotores de la desnacionalización bancaria y carnales de la banca privada- aplicaban para descalificar al Estado social costarricense: socialización de pérdidas. Eso se hace hoy día en Estados Unidos aunque justo es decir que un poco antes -en febrero- una operación similar tuvo lugar en Gran Bretaña: la nacionalización del banco Northern Rock, el cual también entró en crisis a raíz de sus inversiones en instrumentos ligados a las hipotecas basura.

5. ¿Y las responsabilidades del sistema y sus especuladores?

Todo esto tendrá enormes costos. En un artículo reciente (The New York Times, 17 de marzo), Krugman insinúa que podría llegar a los 3 billones (millones de millones) de dólares, lo que equivale a más de un 20% del PIB de Estados Unidos. Sin duda, este costo será colocado sobre las espaldas del pueblo estadounidense, sea por medio de mayores impuestos o bien por vías inflacionarias, ya que en su esfuerzo por "salvar" al sistema financiero, y en virtud del tipo de medidas que viene adoptando, la Reserva Federal apuesta por una más aguda desvalorización del dólar y una mayor inflación futura.

La masiva operación de "salvamento" de los mercados financieros, como, en particular, el rescate urdido alrededor de Bear Stearns (que podría repetirse en el futuro cercano), es justificado apelando a la necesidad de impedir una crisis sistémica de grandes proporciones. Y, con seguridad, de no darse este tipo de intervenciones, ocurriría un derrumbe generalizado del sistema financiero y, enseguida, una gravísima crisis económica. Pero lo curioso del caso es que quieran salvar un sistema que provocan trastornos tan severos, sin que quienes tal cosa hacen pronuncien una solo palabra acerca de la obvia necesidad de que, más allá de las urgencias extremas del momento, se proceda cuanto menos a reformar los rasgos más patológicos característicos de ese sistema. Hay que enfatizarlo: la crisis no es producto de la casualidad sino que ha sido fabricada, paso a paso, por este sistema y su fauna de especuladores inescrupulosos.

6. ¿El fin de la globalización neoliberal?

El sistema financiero gringo, en cuyo seno se ha incubado todo esto, es, sin duda, punta de lanza y buque insignia de la globalización neoliberal. Sintetiza y desarrolla hasta su máxima expresión, lo que esa globalización contiene y significa. Es un sistema que ofrece una fachada altamente sofisticada, cosa que se expresa en su capacidad para "innovar" -es decir, para hacer alquimia financiera- como en la frondosidad de sus tecnocracias y el boato de sus recursos tecnológicos. Pero, esencialmente, es un sistema orientado a la especulación. No conoce la moderación ni la prudencia. Es un sistema patológicamente retorcido, que apuesta sin límites al despilfarro más enfermizo.

Para este sistema, el mundo es un casino y la vida una apuesta. Pero, en último término, la suya es una apuesta contra la vida de la gente, contra la democracia, contra la soberanía de los pueblos…contra la naturaleza misma. Es lo que ahora se ha puesto en evidencia con terrible crudeza. Claramente se apostó contra el pueblo estadounidense, y ahora este pueblo le toca afrontar las consecuencias. Pero además se ha apostado sistemáticamente contra la democracia: por medios de los mecanismos opacos a los que se recurre; la renuencia a toda forma de regulación o control público; la negativa a tributar; el reiterado chantaje de que los capitales migrarán si no se les complace sus caprichos. Esto ha golpeado a Estados Unidos, no obstante ser lo que son y, con mucho mayor contundencia, golpea a pueblos y países pobres y débiles.

Así procedieron los grandes intereses financieros al interior de los Estados Unidos. Así proceden esos mismos intereses financieros en su proyección a escala transnacional. Así funciona esta globalización financiera. Se subvierte y debilita al Estado y la democracia y, en el proceso, se deterioran las condiciones de vida de los pueblos y se profundiza el proceso de destrucción de la naturaleza. Pero cuando su proceder provoca el desastre, recurren de nuevo al Estado y exigen que éste se ponga a su servicio y los rescate del infierno que ellos mismos crearon.

Digamos que es razonable que se tomen medidas para impedir que esta catástrofe llegue hasta sus últimas consecuencias, con lo que tan solo se viene a ratificar, de nueva cuenta, cuan imperfectos pueden resultar los mecanismos del mercado y cuan necesaria la intervención del Estado. Pero, como primer paso, debería garantizarse que el costo sea asumido principalmente por quienes más tienen, que son también los que usufructúan de este sistema asentado en la locura especulativa. Pero, además, debería quedar planteada una agenda que, como mínimo, limpie los rasgos más manifiestamente patológicos e irracionales que hoy constituyen el motor central que mueve e insufla vida a este sistema.

La verdad sea dicha, salvar este sistema no tiene sentido alguno, excepto si se estuviese dispuestos a aceptar que el único sentido valedero es el del total sinsentido. Parece que por ahí andan sintonizados los señores de la Reserva Federal estadounidense y del gobierno de Bush, pero, en todo caso, no otra cosa era esperable de este tipo de gente.

En cambio, los intereses de la humanidad demandan algo totalmente distinto. Esta crisis debería ser oportunidad para que nuevas opciones adquieran visibilidad, peso y viabilidad política. De esa forma, esta crisis bien podría marcar el fin de la globalización neoliberal. Dependerá, esencialmente, de la claridad y decisión con la que los movimientos ciudadanos alrededor del mundo -y también en mi pequeña Costa Rica- asuman y lleven adelante sus estrategias políticas.

Luis Paulino Vargas Solís | 22 de Marzo 2008



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"Entedemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre"
Fidel Castro



La mayor parte de mi vida la dediqué a la total liberación de mi pequeña Patria.

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